En otras
culturas, ya desde niños, el tema de la muerte está tan presente en los ritos,
en la vida misma, que se entiende que forma parte de ella y está perfectamente
integrada. Nacemos, crecemos y morimos. Se normaliza y acepta.
MÉXICO
La sociedad mexicana
entró en contacto violento con el cristianismo del siglo XVI, y el catolicismo
se impuso sustituyendo a lo que antes de la llegada de los conquistadores eran
sus deidades. En el México del siglo XVI, los símbolos nativos se combinaban
sin remedio con los católicos.
Un buen ejemplo
de ello es el Día de los Muertos mexicano. La arqueología ha ayudado a
saber que la práctica de ofrendar y que el muerto no se fuera solo (sino con
alimentos, armas y riquezas), era algo común desde hace miles de años en diferentes
sociedades prehispánicas.
Las ofrendas y
los altares (llamado Altar de Muertos) son muy frecuentes, y ese día (conocido
en España como Día de los Difuntos, el uno de noviembre y en el calendario
azteca celebrado en julio-agosto), en México se celebra de una forma muy
diferente. La jornada es toda una fiesta en el país y se realizan Altares de
Muertos increíblemente artísticos por todas las zonas de México.
ÁFRICA
El Lumbalú hacía
tanto referencia a los cánticos al muerto, como al rito de paso. En el
Lumbalú se canta, se llora, se baila frenéticamente y se alaba al muerto, que
está presente. La vela dura 9 días, y el más importante es el último. En el
Lumbalú todo irradia africanidad. Si al muerto se le honra bien con este rito,
consigue traspasar esa frontera al mundo de los muertos y no se queda en la
casa familiar.
El Lumbalú
mantiene como idea principal la solidaridad e identidad comunitaria. Este tipo
de ritos de paso o de transición varían de una cultura a otra, pero sirven para
lo mismo: para reforzar los vínculos de grupo.
Y es que las
sociedades también se refuerzan en vida gracias a la muerte, una experiencia
vital que, aunque a muchos les cueste aceptar, es inevitable y necesaria.
En general, y
sobre todo en nuestra cultura, la occidental, no nos han preparado desde
niños para la muerte, para las pérdidas, se nos educa en la cultura
del apego, y se considera la muerte como algo tabú, se habla poco, se
evita, siempre está rodeada de miedo.
BUDISMO
En las culturas
orientales que practican el budismo, la vida no acaba con la muerte. La persona
se reencarna en otra vida y debe aprender en cada vida, lecciones para ir
mejorando hasta llegar a ser un ser puro espiritual, que se ha ido
perfeccionando a través de esas diferentes vidas.
Según la visión
budista, la vida es eterna. Ya que atraviesa sucesivas encarnaciones, la muerte
no se considera tanto el cese de una existencia como el principio de una
nueva. Para los budistas el fenómeno de la trasmigración es obvio, así que
la muerte es necesaria.
Como morimos,
podemos apreciar la maravilla de la vida. Para hablar del modo ideal de morir
hay que hablar del modo ideal de vivir. Atravesar de un modo satisfactorio el
proceso de la muerte, depende de los constantes esfuerzos que se hacen durante
la vida para acumular buenas causas, para contribuir a la felicidad de los
demás y para fortalecer la base de la bondad y la humanidad en lo más profundo
de nuestras vidas. El budismo garantiza que quienes practiquen con
sinceridad, se acercarán a la muerte en un estado de plena satisfacción.
HINDUISMO
La preocupación
del hindú no es la muerte. Para él, ésta no es el enemigo. Desde su nacimiento,
la muerte para él no es un término. Él va a renacer en otro lugar y lo
importante es interrumpir la cadena de los renacimientos. Desde siempre, él
pertenece a la eternidad. Él es una manifestación de lo divino. Desde el
momento en que nació, es un ser extraño al mundo. Tiene ya una
preexistencia, ya ha existido de alguna manera, y cuando él desaparece, no hay
paso del ser a la nada.
Si el occidental
va tras la inmortalidad y desea eludir la muerte que le angustia, el hindú
en cambio busca liberarse de la vida, escapar a la existencia terrestre.
Él considera su
existencia social, histórica, como negación del ser, y su objetivo consiste en
renunciar a ella. La existencia es para él ausencia de realidad y no-afirmación
de lo que es y deviene.
En el
pensamiento religioso del hinduismo, la muerte consiste en la unión del alma
individual con el alma Universal, por lo que se cree que al morir se pasa no a
otra vida como la que conocemos en la Tierra, sino a otra forma de existencia,
que es esencialmente espiritual.
Según el
hinduismo, cada persona vive muchas vidas a lo largo de su existencia.
Este ciclo eterno de reencarnaciones se llama “samsara”. Cuando uno muere, su
alma vuelve a nacer, reencarnarse, en otro cuerpo. Lo que le sucede en cada
vida es el resultado de vidas anteriores. Es decir, uno se reencarnará en un
cuerpo bueno si en su vida anterior se ha comportado según su deber en la vida
o “dharma”. Si son buenas, se reencarnará en una forma de vida superior. Lo que
uno hace bien, le hace bueno y lo que hace mal, le hace malo.
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